Recientemente, el Ministro de Industria, Turismo y Comercio, Dr. Luis Carlos Reyes, ha dado un paso firme al comunicar al gobierno de Brasil la decisión de Colombia de no continuar con el acuerdo de entendimiento firmado en 2018, que permitía la importación y exportación de vehículos entre ambos países sin aranceles. Este acuerdo, que a primera vista parecía un beneficio mutuo, ha resultado ser un error estratégico para Colombia, y su finalización es una victoria para la industria nacional.
Desde su implementación, Brasil ha aprovechado al máximo los beneficios del acuerdo, exportando más de 200,000 vehículos a Colombia, mientras que nuestro país no ha logrado vender ni un solo vehículo en el mercado brasileño. Esta asimetría no solo subraya la falta de reciprocidad, sino que también pone en evidencia cómo Colombia no supo aprovechar el supuesto beneficio de este acuerdo, quedando así en desventaja frente a su socio comercial.
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El impacto de este desequilibrio ha sido devastador para la industria automotriz colombiana. La salida de General Motors del país, la disminución en la producción de Sofasa y Hino, y la caída en la venta de autopartes son solo algunos de los síntomas de una industria que ha sido llevada al borde del colapso. Sin embargo, la reciente decisión del ministro Reyes, apoyada por el viceministro Felipe Quintero, marca un punto de inflexión.
Es necesario reconocer y aplaudir la valentía y el compromiso del Ministerio de Industria en tomar esta decisión, basada en la solicitud de la industria colombiana de equilibrar las reglas del juego. Es inconcebible que en cuatro años, Colombia haya permitido la entrada de más de 218,000 vehículos brasileños sin obtener nada a cambio. Este tipo de acuerdos no tiene cabida en un país que busca proteger y fortalecer su industria.
El fin de este entendimiento no solo beneficia a Sofasa y Hino, sino también a todo el ecosistema automotriz colombiano, incluidos los proyectos emergentes de ensamblaje de vehículos eléctricos y la industria de autopartes. Al recuperar parte del mercado perdido, estas empresas podrán aumentar su producción, ganar en competitividad y ofrecer productos de calidad a precios más atractivos en los mercados internacionales.
Pero el mayor beneficiado es Colombia. Al fortalecer su industria automotriz, el país no solo preserva empleos, sino que también impulsa una transición hacia energías más limpias, como los vehículos eléctricos. Esta decisión es un recordatorio de que los tratados internacionales deben servir a los intereses nacionales y no a los de unos pocos importadores.
Es importante destacar que esta medida no excluye a los importadores de vehículos; simplemente los desafía a diversificar sus fuentes, como México, Corea o Japón. Volver a la situación previa al acuerdo con Brasil no implica un retroceso, sino un retorno a la normalidad que permitirá reconstruir y revitalizar nuestra industria automotriz.
Este acto también demuestra que los tratados pueden modificarse cuando existe voluntad política. Así como en su momento se firmaron acuerdos que no beneficiaron a la industria colombiana, hoy se está tomando la decisión de modificar y, en algunos casos, terminarlos.
Finalmente, es importante considerar el impacto positivo que esta medida tendrá en el corto y mediano plazo. Las ensambladoras nacionales, junto con los nuevos proyectos de vehículos eléctricos, podrán competir con mejores precios en mercados internacionales, lo que generará un aumento en la producción, mayor demanda de autopartes y, lo más importante, empleo formal y bien remunerado para miles de colombianos.
Es momento de defender nuestra industria automotriz, tal como lo hacen otros países, porque esta es la primera piedra en el camino hacia una transición energética que será clave para el futuro. En Colombia, el empleo, la industria y el bienestar de la nación deben estar por encima de los intereses particulares. Por ello, celebramos y apoyamos la decisión del Ministerio de Industria, y confiamos en que seguirán firmes en la defensa de nuestra economía y nuestro futuro.