Por: José Manuel Acevedo
Qué piensan los jóvenes que reniegan del sector productivo, pero también piden trabajos de calidad.
Según la más reciente encuesta revelada por Gallup, en los últimos 20 días de paro la imagen positiva del sector empresarial en Colombia subió del 48 al 62 por ciento. La noticia sería muy buena de no ser porque para llegar a esa cifra muchos tuvieron que quedar tendidos en el camino y otros más todavía no se reponen de lo que ha pasado en este cruento mes.
Algunas personas han comenzado a entender, lenta y dolorosamente, que el empleo no se genera solo; que el Estado no produce puestos de trabajo de manera silvestre y que los impuestos que sostienen causas necesarias como la ‘renta básica’ o la ‘matricula cero’ dependen de que existan empresas que puedan pagarlos.
Por años, el Sena o el ICBF gozaron de una percepción bastante favorable, y muy pocos se preguntaron de dónde salía la plata para que ese par de instituciones funcionaran de la forma como lo hacían. La verdad es que fueron los aportes parafiscales que pagó el sector productivo los que permitieron que estas y otras instituciones como las cajas de compensación, queridas por los colombianos, operaran en Colombia. El problema es que ni los ciudadanos se interesaron en establecer ese vínculo causal ni nadie se lo explicó bien a la gente y en medio de esa pasada de agache, los populistas la emprendieron contra ‘la gran empresa’, socavaron la imagen de los empresarios y han hecho que hoy, el 40 por ciento de los encuestados tengan una mala referencia de las empresas y de sus dueños en el país.
Me preguntó qué estará pensando ese 40 por ciento de ciudadanos que, en otras mediciones y en otros momentos, han llegado a ser la mayoría. ¿Qué opinarán de que más de 40.000 empresas tuvieran que ser cerradas temporal o definitivamente en las últimas semanas, según ha reportado Fenalco? ¿Creerán que les están haciendo mal a unos ricos indolentes cuando los que se están quebrando son los micro y medianos empresarios jóvenes que apenas comenzaban o que iban a mitad de camino? ¿Qué se sentirá romperle el vidrio a una vitrina de un pequeño comerciante cuyo único ‘error’ es tener su negocio en una de las vías por las que pasan las marchas de los que protestan? Es más, ¿qué se sentirá acabar con una sucursal de un almacén y saber que los principales perjudicados son los cajeros, empacadores y vendedores que probablemente pierdan sus trabajos si ese negocio no puede volver a abrir sus puertas?
¿En qué están pensando los jóvenes que reniegan de la existencia del sector productivo, pero al mismo tiempo piden trabajos de calidad? Es verdad que el silencio histórico de los gerentes de las empresas y de quienes sudaron la camiseta para tener un negocio próspero ha pasado factura. Es cierto que han hecho falta evangelizadores de la iniciativa privada, pero es verdaderamente increíble que en el país donde la gente se muere más de envidia que de cáncer, como diría Cochise Rodríguez, generar utilidades lícitas y tener éxito en los emprendimientos se volviera el peor de los pecados.
Las sociedades que progresan y que han logrado disminuir las brechas de desigualdad son aquellas en las que los empresarios que han hecho las cosas bien son vistos como los héroes contemporáneos; los modelos para seguir. En Colombia, en cambio, hay que ver lo que le pasa al que hace crecer su modelo de negocio y prospera. Cuando no es el Estado el que le mete mano con impuestos absurdos, son un grupo de jóvenes y su ‘mesías político’ los que quieren verlo fenecer.
¿En qué están pensando, en fin, los que todavía no se dan cuenta de que es con más empresas, y no con menos, como vamos a salir de esta horrible crisis? ¿En qué carajos están pensando?
Tomado de: El Tiempo